LA CARRETA DE DON DIEGO
Originarios y vecinos del pueblo de San Nicolás de Toypaqui, pueblo localizado a 12 kilómetros da la Villa de Choix, fueron los hermanos Miranda Bernal, Diego, Tomás y Julia.
Ocupados durante algunos años en distintas faenas, tanto en su tierra, como en el pueblo cercano de Aguacaliente de Lamphar, después llamada de Baca, los tres hermanos terminaron radicándose en la Villa de Choix, donde Tomás fue empleado de comercio durante varios años y posteriormente un próspero comerciante independiente y acá mismo se casa con Teresa Islas Hermosillo, en el año de 1916, sin haber dejado descendencia.
Por su parte, Diego contrae matrimonio en 1923, con María Dolores Quintero Carrasco y en 1924 nace su primer hijo, a quien ponen por nombre el de Heriberto Miranda Quintero. Luego, en 1925 compran una finca donde establecen definitivamente su domicilio, por cierto muy cercano a la casa donde yo vivía.
Julia, poco favorecida por la naturaleza y desafortunada en amores, permaneció soltera hasta el fin de sus días.
Laborioso y emprendedor, Diego va mejorando gradualmente su casa. Abre una noria en su patio interior, con abundante producción de agua. A mí me fascinaba ver como sus hijos extraían el vital líquido, accionando una gran manivela incrustada en un torneado tronco de madera de forma cilíndrica, que bajaba y subía una cubeta, a una considerable distancia, pues la noria, si mal no recuerdo, tenía aproximadamente 20 metros de profundidad.
Dentro del área de su casa, Don Diego abrió un pequeño comercio, donde hice yo mi primera compra, a la edad de cuatro años. Compré diez centavos de garbanzo. Esta hazaña siempre la he recordado.
Pero hay algo muy especial que yo recuerdo del contacto, siempre amable y afectuoso con el que siempre me vi favorecido por esta estimable familia, Miranda Quintero.
Don Diego, entre otras cosas, también se dedicaba a la agricultura y cultivaba maíz y otras especies y para trasladarse a su terreno, utilizaba una carreta jalada por una sufrida mula, carreta en la cual tuve yo la oportunidad de pasearme varias veces, lo que era motivo de gran regocijo y emoción en mi niñez temprana. Nunca he olvidado ni olvidaré la carreta de Don Diego.