LA CANTINA DE SAÑUDO.
La Villa de Choix y la mayor parte de la comunidad municipal, había estado disfrutando por varios años consecutivos de buenas cosechas de maíz, cacahuate, ajonjolí, pero sobre todo, de un nuevo cultivo, muy rentable y bien adaptado a las condiciones de suelo y clima de la región, el algodón, llamado entonces el oro blanco.
Bastante era el dinero circulante que se manifestaba con particular presencia en la Villa de Choix, donde el comercio florecía y la vida económica en general era de una notoria prosperidad, que beneficiaba a gran parte de la población.
Parte de este auge económico, como suele suceder, se escapaba en una considerable derrama hacia el esparcimiento, las fiestas y la libación. Para esto último, operaban en la localidad varios establecimientos dedicados específicamente a prestar con eficacia el expendio de bebidas..
Uno de estos lugares de libación pública, muy popular y concurrido, localizado en el trayecto de la Calle Pino Suárez, era la cantina de Sañudo. José Jesús Sañudo Torres, era el dueño del establecimiento, un hombre afable, siempre dispuesto a la broma y muy atento a proporcionar el mejor servicio a su numerosa clientela.
Esta cantina contaba con un atractivo que en su tiempo, representaba un gran adelanto tecnológico y su uso despertaba admiración y demanda. Se trataba de un artefacto llamado tocadiscos o como se conocía popularmente, una ”rocola” Este era un aparato de regular tamaño que al encenderse, proyectaba luces multicolores, debido a que poseía un foco interior cuya luz pasaba a través de varios segmentos de plástico de diversas tonalidades. Este ingenioso aparato que entonces se antojaba mágico, contaba con un novedoso mecanismo que operaba al recibir en su interior una moneda de diez centavos, montaba el disco y los clientes se solazaban, escuchando la música de moda, María Bonita, Solamente una vez, Juan Charrasqueado, Palabras de mujer. Amapola, La burrita, Etc.
Sañudo, en ciertas ocasiones atendía personalmente a su clientela y además de las cervezas y otro tipo de bebidas, obsequiaba algunas especies de botanas. Cierto día, coincidieron en el lugar, tres amigos caracterizados como asiduos parroquianos, quienes veían y veían a Sañudo pasar repetidamente con sabrosas botanas destinadas a ciertos consumidores y al ver que Sañudo no atendía sus repetidas solicitudes de las tentadoras y sabrosas botanas, protestaron enérgicamente y ocurre entonces que al poco rato, aparece Sañudo muy comedido y les sirve a los descontentos y asiduos bebedores, sus respectivas botanas, las cuales, a pesar del apetito, no pudieron disfrutar, pues apenas se llevaron a la boca el primer bocado, se dieron cuenta de que aquello, un picadillo bañado en salsa, era en realidad una porción de pedacillos de corcho., botana que por supuesto las víctimas de semejante engaño gastronómico, repudiaron de inmediato.
No se piense por favor que la acción de Sañudo representaba ninguna mala voluntad o algún gesto discriminatorio., simplemente era una broma, una de las tantas que solía prodigar entre sus clientes, quienes entretanto, seguían siendo amigos y parroquianos constantes de la cantina de Sañudo.